Esta era antes mi rutina diaria:

Cuando suena el despertador, con su ruido infernal, me entran ganas de estamparlo contra la pared. Lo apago, y a continuación, con el cerebro envuelto aún en el espeso manto de mi somnolencia matinal, empiezo a reflexionar lentamente si debo o no debo levantarme:

MMM... qué bien se está debajo de la manta... con lo fría que está la casa por las mañanas...

Me tengo que levantar... mover las piernas. Vamos, piernas, moveos. Hmmm.... no me hacen caso.

Tengo que ir al gimnasio.. Hmmm… no me apetece hacer deporte ahora. Creo que lo que me conviene es dormir un poco más. Puedo descansar otros cinco minutos más o menos. El mundo no se va a acabar si no me levanto ya mismo.


[Zzzzzzzz]

Dos horas más tarde…

¿Qué hora es? No recuerdo que sonase el despertador. ¡Dios mío! ¡Qué tarde es!

Mi rutina a día de hoy:

El despertador suena entre las cuatro y las cinco de la mañana. Nunca más tarde de las 5, incluso los fines de semana y días festivos. Apago el despertador a los pocos segundos. Tomo aire profundamente, y me pongo en pie. Me estiro. Voy a la ducha, luego me visto, leo el correo en el PC y voy al gimnasio a las 5:15.

Pero esta vez no hay una vocecita dentro de mi cabeza debatiendo lo que debo o no hacer. Ni siquiera una voz positiva, animándome a que me levante, sencillamente no existe. Todo esto sucede en modo piloto automático, antes incluso de que me sienta plenamente despierto. No requiere ninguna autodisciplina cada mañana, porque es una respuesta totalmente automática. Mi subconsciente controla mi cuerpo mientras me levanto y me visto. Al sonar el despertador, yo respondo igual que los perros de Pavlov. Lo verdaderamente difícil para mí, sería no levantarme cuando suena el despertador.

Entonces, ¿cómo ir de la escena uno a la escena dos?

En primer lugar, vamos a considerar la forma en la mayoría de la gente hace frente a este problema:

La forma equivocada es intentar, a través de su fuerza de voluntad consciente, salir de la cama cada mañana. Puede funcionar de vez en cuando, pero en ese estado de duermevela y aturdimiento en el que estamos cuando suena el despertador, la fuerza de voluntad está semiapagada y su razonamiento lógico tampoco funciona bien, no está totalmente consciente y alerta.

De modo que no puede confiar en sus propias decisiones. Si se utiliza este enfoque, es muy probable que caiga en una trampa. Decide con antelación, y en pleno dominio de sus facultades mentales, levantarse en un momento determinado, pero cuando suene el despertador a las 5 de la mañana, lo que anoche parecía una buena idea ya no lo parece.

Ante este dilema, la conclusión de muchos es que se necesita todavía más disciplina. Y eso es cierto, pero no en la forma en que creen. Si quiere levantarse a las 5, no es necesario más disciplina a las 5 de la mañana. Ni hacen falta dos o tres despertadores repartidos por toda la habitación. Ni un despertador con tecnología de la NASA.

¿Cuál es la solución entonces? La solución es delegar el problema. Encárgueselo a su mente subconsciente. Ahora, ¿cómo hacer esto? De la misma forma que cualquier otra tarea en la que la habilidad se adquiere por repetición. Practique hasta que se convierta en una rutina. Eventualmente su subconsciente se hará cargo de ejecutar la secuencia en piloto automático.

Parece absurdo, pero funciona. Practique la rutina de levantarse tan pronto como suene el despertado. Pero no por la mañana. Hágalo durante el día cuando está despierto.Vaya a su dormitorio, y establezca las condiciones para que se parezcan al momento de despertar lo mejor que pueda. Bajar las persianas, ponerse el pijama, cepillarse los dientes.

Ponga el despertador para que suene a los pocos minutos. Métase en la cama como lo haría si estuviera durmiendo, y cierre los ojos. Imagínese que es por la mañana temprano, y que está realmente dormido.

Ahora, cuando suene el despertador, apáguelo tan rápido como pueda. Luego respire profundamente para inflar sus pulmones, y estire sus extremidades en todas las direcciones como durante un bostezo. Entonces salte de la cama, y póngase en pie. Sonría. Luego proceda a hacer la rutina diaria de las mañanas: subir la persiana, ducharse, vestirse...

Ahora deshaga todo y vuelva a la situación anterior, vuelva a la cama, ponga el despertador para que suene en unos minutos, y repita todo. Hágalo una y otra vez hasta que se convierta en algo automático que se ejecuta sin pensar. Si tiene que ir pensando en lo que tiene que hacer, no está listo todavía.

Dedique varias sesiones durante unos días a esta práctica. Es como en el gimnasio. Una o dos series por día en diferentes momento, y quizás 3-10 repeticiones cada vez. Sí, lleva tiempo, pero unas pocas horas de práctica hoy pueden ahorrarle cientos de horas cada año.

Con suficiente práctica, que será diferente para cada uno, se crea una nueva respuesta fisiológica al sonido del despertador. Cuando éste suene, usted se levantará sin siquiera pensar en ello. Cuanto más lo haga, más fuerte será el hábito. Al final, lo incómodo será no levantarse cuando suene el despertador.

Una vez que esto se convierte en un hábito diario, ya no hará falta practicarlo más. El hábito se mantiene y se refuerza con cada día, y tendría que hacer un esfuerzo para cambiarlo. Si lo cambia, por ejemplo en vacaciones, podrá volver a él con más facilidad.

Una vez que se establezca su deseado ritual mañanero, recomiendo que lo mantenga para todos los días: 7 días a la semana, 365 días al año. Y durante los primeros 30 días, ponga el despertador a la misma hora todos los días. Una vez que el hábito se establece, entonces puede variarla, pero hasta entonces lo mejor es mantener la pauta estrictamente. De esa manera se convertirá en un comportamiento predeterminado, y después podrá desviarse de vez en cuando sin grave riesgo de perder el hábito.

Los beneficios son enormes. Piense en ello: si se pasa sólo 30 minutos al día más de la cuenta en la cama, eso hacen 180 horas al año. El equivalente de más de un mes de trabajo a 40 horas semanales. ¡Eso es mucho tiempo! Ahora no sé ustedes, pero a mí se me ocurren mejores cosas que hacer con ese tiempo que pelearme conmigo mismo para dormir más tiempo del que necesito.


Extraído de "The power of the Sleep Cycle" de Glenn Rhodes.

En las secciones: .